jueves, 12 de diciembre de 2013

Eternidad

Mamá se fue el 20 de noviembre, a las 20.45 hs.

Se llevó con ella su mirada que te decía cosas sin necesidad de una sola palabra, nos dejó en los ojos su determinación y fuerza.
Se llevó su sonrisa fácil y liviana y nos dejó muchas historias y anécdotas plagadas de risas.
Se llevó sus abrazos pero nos dejó a todos juntos, abrazados, un equipo.

Se fue, pero está acá.
Cada vez que me miro en el espejo, la veo. Cada vez que me enojo la siento en mi sangre, metiéndome su fuego en las venas. Cuando cocino me habla en las recetas que eran de ella, y ahora, todas mías. Cuando me río, cuando lloro.


Se fue, pero está en mí.
En mis hermanos.
En papá.

Para siempre.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Historias de la sala de espera II - Maru y Juan

 Me imagino trabajando en una terapia intensiva y me dan escalofríos. Siempre atentos, siempre alertas, la muerte dando vueltas a tu espalda todo el tiempo... peleando por la vida de un desconocido, mano a mano, a ciegas y sin plan B.

 Creo que muy pocas cosas hay que puedan sorprender ya a un enfermero de terapia. Lo han visto todo... o casi todo.

Juan estaba dormido. Le habían hecho una biopsia en el cerebro para ver qué le causaba esa somnoliencia, ese desconecte de la realidad. Los peores diagnósticos ya habían pasado volando de boca en boca de los médicos, que tumor, que inoperable, que lesiones cerebrales. Juan seguía dormido. Un drenaje mantenía los líquidos cerebrales en un nivel coherente. Pero Juan estaba dormido.

Maru es la esposa de Juan desde hace poco más de un año. Lleva a su cuello un rosario de piedras azules y varias cruces que la protegen. En su rostro una sonrisa contagiosa y amigable.

Las enfermeras de la noche, a veces, si la terapia está tranquila, te dejan quedarte un rato más de esa efímera hora en la que se permite visitar a los internados. Esa noche la terapia estaba tranquila.

Maru estaba, después de hora, parada al lado de Juan, mientras él dormía sosteniéndole una mano. El trajín de las enfermeras  cesó momentáneamente, los únicos sonidos eran los pips de los monitores, y la voz de Maru. Las enfermeras dejaron de trabajar, para escucharla. Levantaron la vista, para robarse la escena, quemada en sus memorias para siempre. Sus manos laboriosas detenidas en el aire unos segundos, escuchando la plegaria de amor de ellos...

Amor mío, si me escuchas, move los ojos. Amor, si me escuchas sonreí. Amor por favor mirame, move los ojos, apretame la mano. Amor por favor mirame. Si me escuchas mirame. Si me escuchas, amor, move los ojos. Escuchame, sonreí, mirame. Amor, por favor escuchame. Move los ojos. Mové los dedos. Escuchame. Mirame.

Un instante eterno de mutismo, una alarma de un monitor.

El encantamiento había pasado, las enfermeras retomaron su labor.

El lunes pasado Juan y Maru se fueron de alta. Su bello durmiente, despertó.

martes, 1 de octubre de 2013

Historias de la sala de espera (1)

No contenta con que sus habitantes transitorios tengan el alma en vilo, esperando que pasen los minutos, la sala de espera de la unidad de terapia intensiva te brinda historias. Algunas son de esperanza, algunas de dolor... pero todas tienen en común el amor.

La vida se ha obstinado en que en el último mes estuviera más tiempo en la sala de espera de terapia que el que le desearía jamás a nadie.
Sin embargo, dicen que la felicidad es precisamente la capacidad de encontrar la belleza en todos lados. Y en la sala de terapia, también hay belleza.

Estas son historias de vida reales, compartidas en las largas horas interminables entre las visitas y los partes médicos. Es gente de verdad, con la que compartí mates prohibidos, risas, pequeñas alegrías, pesares, indignaciones... pero por sobre todas las cosas, compartí tiempo, para escuchar sus historias...

"76 días en terapia"

Él sufre una enfermedad terminal, que le va atrofiando los músculos de a poco. "Es la que tenía Fontanarrosa" dice su mujer, que te cuenta que al famoso lo puso en un "sillón" de ruedas, pero a su Pedro le agarró los de la respiración. 
Ellos viven en Maciel... el sanatorio está en Rosario. Todos los días, durante los 76 días que Pedro estuvo en terapia, ella viajó 63 km para llegar a escuchar el parte médico a las 11 y verlo una hora, para después irse nuevamente y volver para el parte de las 18 y la visita de las 19.
"Hay veces que se me pasa el colectivo, y no llego a escuchar el parte, pero los enfermeros ya me conocen y me cuentan cómo estuvo
Cada vez que llega nos saluda y nos cuenta cómo va su Pedro, y que "si Dios quiere en unos días me lo sacan de terapia y me lo mandan a rehabilitación"
En la sala de terapia no hay pijamas, sólo esas batas abiertas, que no dejan nada a la imaginación... ella se ríe y me dice "viste que le sacaron la sonda, y ahora le pongo el papagayo... mi viejito siempre fue muy pudoroso, hasta conmigo! Y eso que tuvimos tres hijos! Vieras la vergüenza que le da y yo le hago chistes, hay que reirse acá"
Hace 42 años que se casaron... y ella confiesa "no veo las horas de poder dormir de nuevo juntos, la cama es muy grande sin él" y sonríe, pícara. 

Ella sabe que le dieron dos años para estar con él antes de lo inevitable... "y ya, volando, se nos pasó uno" pero dice, orgullosa, "el tiempo que nos quede, va a ser juntos... por eso vengo todos los días... imaginate si nosotros nos cansamos, ellos que están allá adentro todo el día... se vuelven locos".

Ayer le daban el alta a su Pedro.

sábado, 3 de agosto de 2013

Sobre la vida en convivencia

Nunca me catalogué dentro del grupo de las personas que hacen y deshacen por amor. Como apasionada lectora y ávida consumidora de películas e historias que soy, en cada historia de amor que se me cruzaba, siempre me identificaba con la parte que espera. No pensé jamás que podría cambiar toda mi vida por amor. 

Y sin embargo acá estoy. En Rosario. Viviendo con él. 

El amor cambió mi vida. Literalmente.

Ahora pienso distinto a como pensaba antes. Ese es básicamente el mayor cambio... y debe ser eso lo que tantas veces hemos escuchado decir que es tan difícil de la convivencia. 

La convivencia está buena. 

Te descubrís facetas que no sabías que tenías. Yo cocino. Siempre cociné, siempre sentí que la cocina era mía. Y me vengo a juntar con un chef. O sea... La cocina... es nuestra. Más de él... Y no sabía que podía compartir de tan buena gana...

Te das cuenta de que sos una persona hinchapelotas. Te desayunas con que el otro también es un hinchapelotas. Esto potencialmente podría derivar en que le quieras reventar la cabeza al otro... pero si los dos nos admitimos rompebolas, se puede...

Te descubrís pensando que tal cosa le gustaría al otro o que estaría buenísimo que hagamos esto, o aquello. Pensás en qué nos gustaría. A los dos. 

Te reís mucho más con mucho menos. Podemos estar tres horas riéndonos hasta las lágrimas por cómo nos deliramos el uno al otro a partir de una pelotudez... 

Limpiás más. Nunca me caractericé por limpiar. Odio limpiar. Odio barrer, tender la cama, lavar los pisos. Pero está tan linda nuestra casita si nos ponemos y en 15 terminamos!!! (me desconozco la verdad)

Sos más consciente de los detalles. Cuadrito, fotito, mantelito adornito. No sé qué es... como que tenés ganas de estar en un lugar "lindo". 

Te cambia la manera de pensar. No sólo querés ser feliz... ahora querés más. Querés que el otro sea feliz, que el otro esté sano, que esté a gusto... 



Bueno... de más está decir que estoy muy bien.... lo único es que no sé muy bien sobre qué escribir últimamente.... esto de estar feliz atenta contra mis dotes narrativas...




martes, 28 de mayo de 2013

Actualización de estado

Hay momentos en que la vida te da un giro y te deja patas arriba. Hay momentos que uno no puede prever, que uno no pudo imaginarse en mil años, momentos que son como una corriente en un río caudaloso, en que uno sólo tiene dos opciones: aferrarse a la primera roca y salir todo magullado por la resistencia al cambio.... o dejarse llevar...

El amor es una de esas corrientes...

Toda mi vida adulta hice el amor. Y no me refiero al sexo. Hice el amor, lo construí, lo remé, lo armé a pedacitos. Armé relaciones, poniéndoles pegatina para que se mantengan sin deshacerse. Y una y otra vez se me deshacían entre los dedos.

Y es que el amor, no se hace... nos hace él.

El amor me pegó una sacudida, me zarandeó, me paró y me volvió a tirar al piso. Para volver a ubicarme, esta vez, en el lugar correcto.

Y cuando el amor te hace, te sacude y te mueve todos los cimientos y estructuras, exige acción. Exige que te pongas en movimiento. Exige que le des un espacio, que lo reconozcas como una fuerza, una corriente, que todo lo cambia.

Y así es. Todo cambió.
Para mucho mejor.

El mes que viene, me mudo a Rosario, a vivir con ÉL.

Nos hizo y nos dejó justo donde teníamos que estar... juntos.

jueves, 28 de febrero de 2013

Sentidos

Observo.
Tus ojos cerrados suavemente, tu pelo revuelto.
Tus labios apenas curvados en una media sonrisa.
Tus brazos abarcándome entera, nuestros cuerpos tocándose en cada centímetro posible.
Tu nariz pegada a mi cuello, respirándome. 

Aprehendo.
Tus labios, tu sabor, tu aroma. 
Que se me adhieran bien a la piel, para llevarte conmigo.
Para que seamos un solo humo.

Quiero.
Abrir los ojos a este paisaje. 
Despertarme así cada mañana. 

Siento.
Pocas cosas hay, más cercanas a la plenitud, que nuestro abrazo.


-¿A qué huelo?
- A cielo amor, a cielo.



domingo, 10 de febrero de 2013

Treinta años

Treinta años. 
Una piba.

Estaba viendo... lo primero que publiqué en mi blog (en ese tiempo, se llamaba Harteria, hemorragia de hartazgo) fue en el 2005, yo tenía tiernos 22 años y vivía un romance tórrido, lleno de drama, como corresponde a una joven de esa edad. 
Era otra vida, era otra yo. 

Quiero pensar que los años me han hecho madurar, pero manteniendo una fresca rebeldía adolescente. 

Treinta años. 
Bien vividos, a pleno.

Para los que nunca los leyeron, les dejo dos joyitas de esos tiernos años.

Humo
Yo

Treinta años, sonriéndole a la vida.
Remándola, luchándola y disfrutándola.


Treinta años.
Festejemos, brindemos. 

De paso, a más brindis, menos años ;)




lunes, 4 de febrero de 2013

Declaración

Si al abrazarte siento una vela hinchada al viento que crece en mi pecho.
Si te digo que nada más falta, que está todo lo que necesitamos en ese abrazo. 
Si  podríamos hablar cada día, todos los días, sin repetirnos las historias, sin perdernos detalles, sin aburrirnos, sin olvidarnos.
Si cada vez que te pienso se me pinta una sonrisa indeleble que me hace andar por la vida llena de besos que te buscan.
Si cuando me estás haciendo reír se me escapan palabras que nunca digo por miedo. 
Si juntos podemos sentirnos bien hasta en los peores momentos.
Si somos nuestros.

Solo queda por decir, te quiero. 


Ida y vuelta de la cama 
a la alfombra voladora 
nos bastaba con dejar pasar 
dejar pasar las horas