miércoles, 8 de febrero de 2012

Reacciones

Ante un enojo profundo y doloroso, existen tres maneras de reaccionar:
1- Esconder el dolor y evitar la confrontación.
2- Explotar el enojo, arrancando cada pedacito de dolor del cuerpo.
3- Superarlo.

Las primeras semanas te lloré. Me dolías en tantos lugares al mismo tiempo que no sabía ni cómo respirar. Era un cuerpo desollado, que se bañaba constantemente en lágrimas, que escocían, que marcaban, que dejaban un surco de fuego negro. Perdí mis fichas. Perdí el juego, me quitaste el tablero. Mientras yo tenía la reina en la mano (tranquila, porque las próximas tres jugadas me eran favorables) quitaste la mesa y te llevaste todo. En este tiempo, no podía reaccionar al dolor, porque yo era el dolor.

Un tiempo después, te extirpé. Saqué cada cosa de mi vida que te recordaba. Borré tus números, tus páginas, tus radios, tus historias. Cada uno de los tatuajes que dejaste en mi piel. Cada uno de los besos. Todos los apreté, cada vez más chiquititos, todos juntos, hasta que sólo fueron un punto. Un punto muy denso. Como un agujero negro. Con esto volví a respirar. Dejé de llorarte. No eras nada más que un punto deforme y supercomprimido. Elegí la opción número uno.

Pero nada puede estar escondido para siempre. Y, de acuerdo a la teoría del Big Bang, los agujeros negros tienden a explotar. Y ya no es dolor. La materia se transformó dando lugar a la rabia. Rabia por sufrirte. Siendo tan insignificantemente nada. Rabia por haberte querido. Rabia por comprar buzones, por comerme tus verduras. Rabia. Imaginarme causándote dolor. Imaginarme siendo todo lo dramática que no soy y blandiendo una cachetada en tu rostro, como si fuéramos parte de una estúpida novela de la siesta. Y elegí la opción dos.

Y luego está el momento de, simplemente, el olvido. No recordaré ni la bronca, ni los buzones, ni el agujero negro, ni las lágrimas. No sentiré ese vacío cada vez que vea tu nombre. No me perseguirán ni tus ojos, ni su ausencia, ni el dolor de la misma, ni la ira. Simplemente seré. Como la cicatriz de mi rodilla, que no recuerdo qué golpe la causó. No me importará.
No estoy ahí todavía. Todavía no opté por la tres. El día que lo haga... esa segunda persona en mis escritos, ya no vas a ser vos.

¿Que dónde estoy hoy? En qué tipo de reacción me encuentro? No sé. Un poco de rabia queda. Todavía me imagino golpeándote repetidamente la frente contra algo duro y de preferencia filoso. Pero ya no me acuerdo de tu voz. Ni de tus manos.
Un día vas a ser sólo un fantasma.

Y luego, ni eso.

6 comentarios:

A.Torrante dijo...

Y sin embargo le escribís así que en la etapa del olvido no estás, pero está bueno, así no comprás más buzones. Además más que olvidar, lo que se logra es evitar que el recuerdo duela.

Y gracias por la invitación, pero no voy a poder ir a la fiesta. Besito.

Dana Eva dijo...

Che... pero que tempranero!!!
Jaja bueno, mandé invitación a todos los que me caían bien che! No me importa si están o no dentro del radio! Si se merecen la invitación, la reciben...
Besos

xirda dijo...

Rl dolor siempre va a quedar, por algo insignificante a veces.
Tomo que escribis por una cuestion de terminar de superarlo.

A por ello.

Beso beso


P.d.: aun me sobra c4 si queres te lo paso.

Dana Eva dijo...

Buenas Levi querido... en realidad, escribo pq no se puede estar siempre pum para arriba... y el bajón pre cumpleaños cortó por lo más fino vió...
Pero sí... la idea es superarlo, lento, pero seguro...
Besos...

La verdad, c4 no... demasiado impersonal... una buena katana podría ser...

Dany dijo...

Mi experiencia indica que la fase tres llegará. El paso de una a otra se da con el tiempo y la lucidez.
Los que se quedan en cualquiera de las otras.....no viven bien.
Hay una fase superadora la 4 en que uno está dispuesto a recordar las buenas cosas. Un beso.

Dana Eva dijo...

Dani, muchas gracias, espero poder tener esa fase tres... calculo que sí... pero todo está muy fresco...
Besotes :)