martes, 21 de diciembre de 2010

Cambios

Uno nunca está preparado para los cambios. El cambio da miedo porque implica un viraje de lo conocido a lo incierto. La sensación de seguridad desaparece y es reemplazada por la incertidumbre de pisar sobre un terreno previamente inexplorado.
Muchas veces decimos "Quiero un cambio" cuando notamos que la rutina se envicia, se llena de situaciones que no nos gustan. Sin embargo, al momento de, literalmente, "cambiar", nos embarga una sensación de pánico.
Y no es que los cambios sean malos, por el contrario, generalmente, se trata de situaciones que nos van a generar placer y alegría; pero el tema está en esa sensación de pérdida que se nos mete por los poros, de abandono, de vértigo.
Hace ya unos (bastantes) años, tenía otra vida. O sea, es la misma, pero tan tan diferente que ni yo me hubiera reconocido. En ese momento, estaba muy enamorada de el que por ese entonces era mi novio, quería casarme y tener hijitos, soñaba a diario con terminar mi carrera, mientras me debatía entre el estudio, el trabajo y el amor. Los tres demandaban tiempo y eso era justamente lo que más escaseaba. Era una lucha entre la independencia que me daba el trabajo, la pasión que me generaba mi novio y (también) la pasión que sentía por mi carrera. En ese tire y afloja, perdí de los tres un poco. Me atrasé con la carrera, eventualmente dejé el trabajo y más tarde que temprano, dejé al novio. Cada uno de estos cambios fue una decisión llorada, desesperada, sufrida. Cada uno, un pánico, una sensación de vacío, una pérdida del norte.
Y sin embargo, cada uno, un excelente viraje.
Hoy soy otra, con otros sueños, otras esperanzas, pero el mismo pánico y temor al cambio. Ya no soy tan confiada ni tan inocente, aunque probablemente sigo siendo igual de estúpida. Hoy me cuesta más enamorarme, hoy mis prioridades son distintas. Pero hay algo que me mostró esta diferencia entre mis dos vidas. Hoy pasé frente a la casa donde tantas veces hice el amor en esa, mi otra vida, sólo para darme cuenta que esa casa ya no existe más. Esos pasillos, esas escaleras donde me reí tantas veces, donde me debatía ese amor trágico, desaparecieron. Hay hoy un hermoso edificio moderno con puertas de vidrio en lugar de esa casita antigua con aroma a encierro y pisos viejitos de dibujos serpenteantes. Si será otra vida, que hasta la ciudad me borra los recuerdos.

5 comentarios:

Tarja dijo...

Cada vez que vuelvo a Paraná, mi hogar hasta los 24 años, me pasa eso que te pasó con la casita antigua... Parece que fue otra vida, pero lo bueno es que no me arrepiento de haber cambiado, tantas veces, de ciudad, de trabajo, de casa, de novio!! jajaja!! Hoy tengo 2 de las 3 cosas que mas quiero, buen trabajo/s, amor,y me falta una sola, pero todo llega dicen. Besos amiga, te quiero

Marialauchi dijo...

que lindo amiga! los cambios sabemos que siempre tienen aunque sea un componente que es para mejor.
Besotes

José Antonio (Joanimiko) dijo...

¡Hola Dana!
Cuando leo tus palabras no dejo de ver muchas cosas, vivencias, etc…
No quiero entrar mucho en cuestión, pero me planteo unas dudas: Los sueños siguen estando en nosotros, y me incluyo, pero las prioridades son distintas…
Por ejemplo, en un momentos determinado el tener pareja e hijos ya no es prioritario, pero si es prioritario disfrutar y ser más eficiente en el trabajo, etc.
Por otro lado, me preocupa que los desencantos de la vida quiten a las personas la posibilidad de seguir caminando en post de sus sueños, la vida es muy bonita y es un ratico. ¡no perdamos la esperanza!.
Un beso fuerte de alguien que procura no perderla.

Dana Eva dijo...

José: No he perdido los sueños, sólo que fueron mutando... algunos de ellos ya los cumplí, otros dejaron de parecer tan "ensoñadores". Jamás perder la esperanza, jamás rendirse. Un beso grandote!

José Antonio (Joanimiko) dijo...

Hola!! Me alegro por tus últimas palabras, jamás perder la esperanza, jamás rendirse. La repito como un lindo mantra!! Ojala muchas personas las tenga en cuenta.
Un fuerte abrazo.