Un disparador me hablaba de la creación de oportunidades y de los días que tienden hacia la perfección. Me hablaba de las distracciones involuntarias y de la lucha interna frente a cada una de las decisiones de la vida. Sobre los hilos invisibles que van tejiéndose, formando un patrón.
Como buena derrochadora de ideas mantengo un monólogo conmigo misma de manera constante, y hoy está plagado de preguntas para las que aún no hay respuestas. Una de esas preguntas es sobre la tendencia a la circularidad en las situaciones de la vida: ¿Por qué ciertas circunstancias vuelven tercamente a aparecer ante mis ojos? Si creyera en un destino, diría que se encamina en esa dirección, a pesar de la mucha fuerza que empleemos en alejarlas. Si creyera en la existencia del karma, diría que es algo que debo aprender, debido a carencias en vidas pasadas. Considero que ninguna de estas creencias tienen la racionalidad suficiente como para convencerme (no es que las descarte, sino que soy, en definitiva, una mujer de poca fe), razón por la cual he intentado buscar algún tipo de explicación.
Supongo que estas situaciones llegan a la puerta de uno a pedido. Es un delivery. Nos topamos nuevamente con lo mismo, porque no cambiamos nuestro patrón de conducta. De todas maneras, cuando llega, actuamos sorprendidos, miramos con los ojos chiquitos, sospechando una intriga detrás, en bambalinas.
Pero como dije, no es una pregunta que tenga respuesta aún. Es sólo una teoría.
Y si, quizás se trate de cuentas pendientes de una situación pasada que no supe enfrentar o que no quise develar. Quizás es una mera ilusión, como muchas ilusiones pasadas, que se disuelven como el humo antes de asirla completamente. Quizás es sólo un misterio. O nada.
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