martes, 20 de octubre de 2009

Sobre la nece(si)dad de saber las respuestas

Una de mis manías es la necesidad imperiosa de saber las respuestas. No es que sepa todo, ni cerca, pero cada vez que me preguntan algo, o me pregunto a mi misma algo, necesito saberlo. Averiguarlo. Me molesta en demasía el ignorar algo particular. Algunas veces me genera insomnio la falta de una respuesta. No es que vaya a cambiar mi vida el saberlas, no son preguntas que vayan a resolver un enigma del mundo, no salvarán vidas mis respuestas, no generarán una revolución paradigmática ni serán la base a alguna doctrina que genere controversias en el mundo académico. Son simples respuestas a simples preguntas. La gente generalmente las da por sentadas, o no se preguntó jamas esa pavada. Pero me persiguen esas preguntas. Y me carcomen el cerebro. Por ahi juego a ignorarlas. Hay preguntas que aún no he podido responderme, y para evitar la maquinación nocturna intento pensar en otras cosas. Pero aparentemente mi mente tiene varios niveles. Puedo en un primer nivel estar pensando en una pared blanca blanca blanca, sin ninguna imperfección (porque me recomendaron que piense en eso cuando no me puedo dormir, hasta ahora nunca funcionó, pero bueh...) y por debajo de esa pared se me aparece la ignorancia del día... casi casi se pinta la pregunta en esa pared inmaculada, en forma de un grafitti, manchándome mi creación mental con una explosión de colores violentos que me despeina el intento de sueño. Hay preguntas que me persiguen desde hace años, a las que ya estoy aprendiendo a meter en cajitas donde tendrían, en teoría que quedarse, quietitas y sin hacer alboroto, hasta que algún día tenga la ansiada respuesta. Hoy, la pregunta es una metapregunta. Es una pregunta sobre las preguntas, un metalenguaje. ¿Podré ignorarla?

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