miércoles, 24 de noviembre de 2010

Desafinando sin querer

Así voy por la vida... cantando.
Muchas veces la canción me sale hermosa, mas hay veces que me sale un chillido que tuvo la intención de ser bonito, pero que sonaba a frenada antes de un accidente. Hay otras que no llego a la nota que tan hermosa suena en mi cabeza. Algunas, cuidando de no caer en ese falsete, bajo la voz demasiado y no me escucha nadie más que yo. Casi siempre voy moviendo los labios, planeando una canción que no sale.
Esta soy yo.
Las buenas intenciones y los bellos actos tratarán de ser la primera opción siempre. Pero no soy perfecta, no puedo serlo, ni quiero tampoco.
Me encantaría que toda nuestra historia sea una bella sinfonía con las notas bien puestas y con armonías logradas. Pero es improbable que sea así. Por eso mismo, me muestro, desnuda, exponiendo todas mis marcas y defectos, así como mis virtudes.
Habrá momentos donde juntos haremos una hermosa melodía y otros donde cada uno quiera cantar en solitario. El desafío es poder conjugarlos, para que armonicen sin apagar las dos voces.
Y si en algún momento se nos cruzara un dueto imposible, desde ya, ha sido un placer cantar contigo.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Shining

¿Cómo callo a este corazón para que no grite a los cuatro vientos? No hace falta decir nada. Se me nota en la sonrisa, se me nota en los ojos, en la piel. Y él se empeña en gritar esas dos palabras que se me pegan en los labios, que me quedan grandes. Que son inabarcables, que implican un punto de inflexión. Un antes y un después. Dejá ya de dar saltos, dejá de divertirte a mi costa. Me brilla la piel, me brilla todo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Rutina monótona

Me despierto con el despertador, lo apago, cierro los ojos, los abro y se pasó una media hora. Me levanto corriendo, puteándome por ser tan vaga, a bañarme, maquillarme y vestirme de señorita. Mientras tanto, hierve el agua para el mate, y sé que me voy a quemar, pero lo tomo igual. Salgo corriendo tras un colectivo que nunca para cuando estoy apurada y que siempre llega a tiempo si estoy con pocas ganas de ir al trabajo. Me aprieta la gente en el colectivo, ponen música asquerosa en sus celulares, puteo por dentro. En el trabajo, corro mucho. Con expedientes, sin expedientes, por escaleras, en ascensores, por largos pasillos, por la calle, por oficinas públicas llenas de burocracia y empleados que no sonríen jamás, siempre con tacos. Corro al estudio, a poner una sonrisa perenne en mis labios ante los clientes y la jefa. Almuerzo pensando en las cosas que me quedan por hacer y en cuánto falta para irme. Vuelvo a trabajar, me voy al gimnasio. Transpiro. Pero esta vez sin tacos y sin el trajecito de señorita, solo con una calza, una remera y mis zapatillas. Salto siempre a destiempo, me hago un nudo estirándome, puteo de lo lindo con los abdominales. Me voy a mi casa después de una ducha rápida, que en realidad a veces es con agua fría y otras con agua hirviente. Nuevamente el colectivo lleno de gente que aprieta, pierdo la paciencia. Quiero llegar. Estoy en casa, tomo un mate, charlo con mi amiga y le cuento los malabares de tiempo que sé hacer en la oficina. Me relajo, película, libro, blog. Algún trámite que me traje para ver en casa. Ceno, charla improductiva, pero interesante, casi siempre. Algo más de trabajo o de relajación, y me voy a dormir. Doy vueltas, intento no pensar en nada.
Frases incoherentes, sueño.
Esta época del año me agarra sin ganas de nada, cansada hasta de escribir, tendría que tomarme unos días de hacer muy poco y dormir mucho. Tendría.